jueves, 8 de agosto de 2019

HOMILÍA, CUARTO DÍA DEL CONGRESO MISIONERO EUDISTA 2019



HOMILÍA DEL CUARTO DÍA DEL CONGRESO MISIONERO EUDISTA 2019
"Sembradores de Esperanza"
A propósito del cumpleaños del padre Rafael Viloria, cjm.

Caracas, 7 de agosto de 2019
Pbro. Rafael Viloria, cjm

¡MUJER, QUÉ GRANDE ES TU FE; QUE SE CUMPLA LO QUE DESEAS!

   Qué alegría celebrar la vida en esta Eucaristía con cada uno de ustedes. Especialmente en el contexto de este II congreso Misionero Eudista "Sembradores de Esperanza". Sin duda, un kairós de Dios que debemos aprovechar para así seguir creciendo y perfilando nuestro futuro misionero. En relación al pasaje bíblico del Evangelio de hoy podemos reflexionar y meditar algunas consideraciones oportunas.

    Cuando, en los años ochenta, Mateo escribe su Evangelio, la Iglesia tiene planteada una grave cuestión: ¿Qué han de hacer los seguidores de Jesús? ¿Encerrarse en el marco del pueblo judío o abrirse también a los paganos? Jesús solo había actuado dentro de las fronteras de Israel. Ejecutado rápidamente por los dirigentes del templo, no había podido ser nada más. Sin embargo, rastreando en su vida, los discípulos rastrearon dos cosas muy iluminadoras. Primero, Jesús era capaz de descubrir entre los paganos una fe más grande que entre sus propios seguidores. Segundo, Jesús no había reservado su compasión solo para los judíos. El Dios de la compasión es de todos. 

     La escena es conmovedora. Una mujer sale al encuentro de Jesús. No pertenece al pueblo elegido. Es pagana. Proviene del pueblo maldito de los cananeos que tanto había luchado contra Israel. Es una mujer sola y sin nombre. No tiene esposo ni hermanos que la defiendan. Tal vez se madre soltera, viuda, o ha sido abandonada por los suyos.

    Mateo solo destaca su fe. Es la primera mujer que habla en su Evangelio. Toda su vida se resume en un grito que expresa lo profundo de su desgracia. Viene detrás de los discípulos: "Gritando". No se detiene ante el silencio de Jesús ni ante el malestar de sus discípulos. La desgracia de su hija, poseída por un "demonio muy malo", se ha convertido en su propio dolor: "Señor, ten compasión de mí."

En un momento determinado la mujer alcanza al grupo, detiene a Jesús, se postra ante él y de rodillas le dice: "Señor, socórreme". No acepta las explicaciones de Jesús dedicado a su quehacer en Israel. No acepta la exclusión étnica, política, religiosa y de sexos en que se encuentran tantas mujeres, sufriendo en su soledad y marginación.

     Es entonces cuando Jesús se manifiesta en toda su humildad y grandeza: "Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas". La mujer tiene razón. De nada sirven otras explicaciones. Lo primero es aliviar el sufrimiento. Su petición coincide con la voluntad de Dios.

    ¿Qué hacemos los cristianos de hoy ante los gritos de tantas mujeres solas, marginadas, maltratadas y olvidadas? ¿Las dejamos de lado justificando nuestro abandono por exigencias de otros quehaceres?Jesús no lo hizo y por eso nosotros estamos llamados a ser como Jesús, a atender la sed de Dios de tantas mujeres que sufren por maltrato, que tiene que callar el dolor de criar solas a sus hijos y de muchas veces encontrarse con la dolorosa realidad de que no tienen cómo alimentarlos. 

   Esa también debe ser nuestra misión, allí también estamos llamados a ser sembradores de esperanza.

     Pidamos a Dios que nos de un corazón compasivo para atender el llamado de todos los que sufren. Que nuestra madre del cielo, María de Coromoto interceda por todas las mujeres maltratadas así como intercedió en las bodas de Caná de Galilea ante Jesús para convertir el agua en vino. Amén.

Por parte del equipo del Secretarido de Pastoral Eudista damos gracias a Dios por la vida y el ministerio del padre Rafael Viloria, que Dios y la Virgen lo sigan bendiciendo.

¡Viva y Reine Jesús y María en nuestros Corazones!

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